Los retablos solían colocarse detrás de los altares de las iglesias y podían alcanzar gran tamaño y complejidad. A menudo se unían dos o tres tablas para formar un díptico o un triptíco.
Los temas eran básicamente religiosos, con especial preferencia por las vidas de Cristo, la Virgen y los santos. Su estilo mostraba un mayor interés por el realismo y los fondos dorados se fueron sustituyendo por arquitecturas y paisajes.
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